Objetivos alcanzables y fuerza de voluntad
Retos, objetivos que nos ponemos a nosotros mismos. ¿Por qué algunos los alcanzamos y otros no? ¿Por qué tengo fuerza de voluntad para conseguir algunos y no para conseguir otros? Quizá tendríamos que hacer una distinción entre «tengo que poder hacer algo» y «tengo que poder no hacer algo».
Veamos las diferencias primero. Al final, os pongo un caso real de una madre y una hija que ilustra un poco este tema.
Tengo que poder hacer
Tengo que poder:
- Comer lentejas. Las odio pero, venga, un esfuerzo y para dentro. Una cucharadita. Venga, ahora otra. Y así hasta que por fin termino las dichosas lentejas. Reto conseguido.
- Leer un libro de 600 páginas. Buff, ¡qué pereza! Bueno, venga, hoy leo un rato, mañana otro, los 3 días siguientes ni lo toco, al siguiente otro rato…y así hasta que por fin termino el tocho. Reto conseguido.
- Tejer una bufanda. Es fácil pero no me apetece nada. Ahora que como me he comprometido a ello… Venga, hoy un poco, mañana otro poco, y al final, pues como las lentejas y el libro. También lo consigo.
En estos ejemplos de tengo que poder hacer algo, al final, lo acabo haciendo. ¿Porque tengo fuerza de voluntad? Vamos a ver ahora los de tengo que poder no hacer.
Tengo que poder no hacer
Tengo que poder no:
- Comer las galletas y el chocolate que tengo en el armario. Y como tengo que poder, pues los tengo a mano. Y no cojo ninguna galleta. ¡Bien! Y no cojo el chocolate. ¡Superbien! Y vuelvo a no coger una galleta. ¡Requetebién! Y va y de repente, voy y cojo un poco de chocolate. Y luego otro poco, y…¡el desastre!
- Beber la cerveza que tengo en el frigo para cuando viene alguien. Bien atrás en la balda. Ni me acuerdo de que está. Estoy viendo la tele, y aparecen unos tomándose unas pizzas y unas cervezas, y oye, ¡qué envidia! ¡si yo también tengo en el frigo! ¡A por ella!
- Coger el móvil si tengo que estudiar. Tengo que estudiar algo que me aburre soberanamente y tengo al lado el móvil. Estudio 10 minutos, y sigo otros 10, y otros… ¡no puedo más! Voy a ver quién anda conectado a ver si me distraigo un poco, y… ¡ya no me da tiempo a estudiar todo para el examen de mañana!
No he podido resistir esas tentaciones. Vaya, vaya. Ahora, ¿no tengo fuerza de voluntad? En estos ejemplos de «tengo que poder no…», no solo no he conseguido lo que quería, sino que encima el resultado me crea una sensación de frustración. Se nos ocurren toda suerte de sentimientos negativos y apelamos a nuestra falta de fuerza de voluntad.
Fuerza de voluntad
El tema de la fuerza de voluntad es tema de muchos estudios. Las conclusiones de los estudios más recientes dicen que las personas a las que se atribuye mucha fuerza de voluntad:
- Disfrutan con lo que hacen: como las lentejas, leo, tejo… porque me gusta. No es una obligación. Me gusta lo que hago. Los objetivos que me marco porque «yo quiero», son muy distintos de los objetivos que me marco porque «yo debo».
- Han aprendido unos hábitos buenos: hacer ejercicio con regularidad, comer de manera saludable, dormir un número adecuado de horas… No necesitan recurrir a lo que llamamos fuerza de voluntad porque lo tienen integrado en su rutina. Si tengo la costumbre de comer fruta de postre, no tendré que decidir si comer fruta o pastel. Si en mi rutina de diario no tengo costumbre de comer un pastel a media mañana, es probable que no entre en la pastelería que acabo de ver.
- Hay personas que sienten menos tentación ante un estímulo. ¡Menos tentación! ¡Vaya! Esto cambia un poco. Resulta que mi amiga no siente las mismas tentaciones que yo. Resulta que no es que tenga más fuerza de voluntad que yo sino que no siente las mismas tentaciones que yo. Curioso, ¿no? Pues esto viene determinado en gran parte por nuestra genética, nacemos con esta característica.
Lo que para algunos es una tentación, para otros no lo es. Unos se tienen que frenar, tienen que resistir la tentación y otros no. Resulta que la cuestión no es más o menos fuerza de voluntad. La cuestión va de disfrutar con lo que haces (o comes), de haber aprendido unos hábitos buenos y de sentir menos tentación. Ante un buffet de comida, hay quien disfruta más de una fruta que de un bollo, que aunque pueda comer todo, tiene el hábito de comer como comería en casa, y que siente menos tentación de comer por muchos manjares que tenga delante.
Caso real: madre e hija en una pastelería
Un día una paciente me dijo: «Mi hija resiste superbien las tentaciones. Vamos a una cafetería y ella solo se pide un café. Tiene una fuerza de voluntad… » Esta persona era muy, muy golosa. Me contó que un día fue con su hija (no golosa) a pasar el día a otra ciudad. Entraron en una pastelería famosa: «yo, me lo hubiera comido todo» (sus palabras). Su hija se pidió solo un café. La madre insistió para que pidiera algo de todo aquello tan, tan rico y ante la gran insistencia de su madre, en plan, pero venga pídete algo para comer que tiene todo una pinta exquisita, que no, que sí… (a veces las madres somos un poco pesadas), la hija acabó por pedir otro pastel. Le dio un par de bocados y ya. Luego lo terminó la madre, para quien era un pecado dejar aquello en el plato.
¿La hija tenía más fuerza de voluntad que la madre? No. Simplemente, no sentía la misma tentación. ¿Qué le habría hecho falta a la madre para no comer el pastel? Pues conociéndose, mejor no entrar en la pastelería, para no tener que enfrentarse a la tentación.
¿Qué le recomendarías a un amigo? ¿Y a ti?
- Imagina que un amigo que tiene los tobillos delicados te pide que le recomiendes un camino. ¿Le dirías vete por el camino lleno de baches y montículos que tienes que poder no lesionarte más los tobillos? Lo más probable es que le recomiendes que vaya por el camino con el piso firme, ¿no?
- Imagina que un amigo está a dieta para adelgazar. ¿Le dirías entra en una pastelería que tienes que poder no comer ningún pastel? Lo más probable es que le desaconsejes que entre en ella, ¿no?
- Ahora, imagina que tú tienes en el armario las patatas fritas y los refrescos en el frigo, y todo lo que se te ocurra. Te dices a ti mismo, tienes que poder no comer todo eso que te encanta. Y lo más probable es que a tu amigo le recomiendes que no tenga todas esas tentaciones a mano, ¿no?
Estas tres palabras: Tengo. Que. Poder. Cuando yo las oigo decir en la consulta, quien las pronuncia lo hace con una connotación negativa. Tengo que poder suena a desesperanza, suena a no tengo fuerza de voluntad, suena a soy un poco débil, suena a soy un desastre. Y la cuestión como hemos visto no es cuestión de falta de fuerza de voluntad. Es más una cuestión de no enfrentarse a tentaciones.
Si soy un faquir, podré hacer como el de la foto. Y si no soy faquir, voy a procurar no acercarme al fuego si no me quiero quemar.
Os dejo unos artículos relacionados con este tema tan interesante:
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- Adelgazar, perder peso. ¿Cambiamos de enfoque?
- ¡A desculpablizar toca!
- Estrategias que complementan la dieta
- Si quieres comer bien olvídate de la fuerza de voluntad
- No hay éxito sin fracaso – Este me encanta. Habla de objetivos que no se consiguen a la primera.
- MIS LIBROS – ¡A dieta! En la vida real – El peso, ¡por fin, mi amigo! Las claves para adelgazar y mantenerte
Me ha encantado!!! A partir de ahora voy a ver de forma diferente esta «falta de voluntad mía»… Gran artículo y de gran ayuda! Gracias… Un saludo…
Me alegro mucho de que te haya gustado este artículo y más si además te sirve de ayuda Emma. Un saludo