El poder de las rutinas
Hablar de rutina en septiembre es hablar de vuelta al trabajo, vuelta al cole, vuelta a unos horarios… Sí, tras las vacaciones, vuelta a la rutina. ¿Podríamos hacer de la rutina nuestra aliada para adelgazar?
La rutina como aliada
¿La rutina como aliada? ¿Vemos sus beneficios? O mejor, primero vamos a ver qué pasaría sin unas cuantas rutinas:
¿Os imagináis un día sin rutinas? Si mi marido se levanta 2 horas antes que yo y un hijo mío se levanta como pronto a las 11 y el otro no se acuesta hasta bien entrada la madrugada. ¿Cómo organizaríamos una comida en familia? ¿Os imagináis el desorden de la cocina? ¿Y el resto de la casa? ¿Cómo estaría? ¿Y os imagináis si en el trabajo cada uno llega a la hora que mejor le viene cada día? ¿O los alumnos a clase? ¡Menudo caos!
¿Y si para conducir el coche, hoy estuviera el embrague en el sitio del freno y mañana los 3 pedales han cambiado otra vez el orden? Sí, seguro que no tardaríamos mucho en descubrir qué hace cada pedal, pero seguro que sería mucho más difícil conducir de esa manera que si todos los días los pedales están en el mismo sitio, ¿no?
Podemos entender la rutina como un acto repetitivo, sin más, o podemos entender la rutina como una repetición de actos con el beneficio que ello supone, que nos facilita un aprendizaje. Aprendemos a hacer algo sin tener que pensar en lo que hacemos cada vez que lo hacemos. ¡Vaya! ¡Rutina y aprendizaje! Sí, la rutina es como un entrenamiento que a fuerza de repetir acciones, las vamos aprendiendo, las vamos interiorizando, y cada vez cuesta menos hacerlas. Se convierten en acciones cuasi automáticas. ¿A que van sonando mejor las palabras rutina y rutinario?
Y sí, la rutina también es importante para lograr nuestro objetivo de adelgazar o de comer bien.
El poder de la rutina para adelgazar
Rutina. Orden con las comidas. Si no establezco un orden con mis comidas puede que haya veces que coma mucho y otras que tenga hambre. ¿Y qué me pasa si tengo hambre? Pues a veces me aguanto pero la mayoría de las veces no puedo esperar a sentarme a la mesa para comer…
Sabemos que mantener el hambre a raya es un excelente aliado si queremos adelgazar. ¿Por qué? Pues porque la sensación de hambre es un motor muy potente que nos lleva a buscar comida. Y, en el momento actual, en nuestra sociedad, encontrar algo para llevarnos a la boca es sencillísimo: un trocito de pan, un caramelo, una tostada, unos cacahuetes…
Si tengo hambre y no tengo nada para comer y además estoy trabajando pues me aguanto, ¡qué remedio! Ahora, que en cuanto tengo la posibilidad de comer algo, lo que sea… soy capaz de comer hasta cosas que no me hacen especial gracia. ¡Si es que de hambre precisamente no nos vamos a morir! Y cuanto más hambre, más descontrol. ¿no? ¡Vaya! No era eso lo que yo quería. Necesito un orden, una rutina de comidas, que me permita mantener el hambre a raya.
Reflexiones en voz alta
¿Alguna vez habéis notado la fuerza que tienen las palabras dichas en voz alta? ¿Esas veces que te ronda una duda en la cabeza y justo cuando estás expresándola en voz alta te viene la respuesta?
Yo lo veo a menudo en la consulta. Pacientes que se hacen una reflexión en voz alta y se autorreponden. Os pongo unos ejemplos para que veáis a qué me refiero:
- «Lo mío no es cuestión de hambre. Si paso por delante de la pastelería en el camino a casa no me puedo resistir a entrar y comprar un pastel». Autorrespuesta: ¡Claro! Mejor me busco un recorrido alternativo en el que no tenga que pasar delante de la pastelería. O voy por la acera de enfrente. ¡Genial!
- «A mí me pierde mirar todos esos pintxos de la barra. Es que tienen todos una pinta que acabo cogiendo alguno». Autorrespuesta: ¡Claro! Mejor me pongo de espaldas a la barra. ¡Eso haré!
- «Si estoy aburrido en casa viendo la tele, me levanto y voy al frigo a ver si encuentro algo». Autorrespuesta: ¡Claro! La próxima vez que esté aburrido mejor me pongo a hacer solitarios con las cartas.
- «Yo la única manera que tengo de no comer a la noche viendo la tele es si me lavo los dientes justo después de cenar». Autorrespuesta: ¡Claro! Mejor si lo hago todos los días así.
- «Si después de cenar nos quedamos hablando con el queso en la mesa…» Autorrespuesta: Mejor lo guardo después de servirme la ración.
A lo mejor tú también tienes otra reflexión distinta a las anteriores a la que puedes darle tu propia respuesta.
Puede que un día me despiste porque justo cuando iba a lavarme los dientes ha sonado el teléfono y me he distraído. Y al colgar he cogido un trozo de pan que estaba por la cocina. ¡Ay! ¡Qué desastre soy! ¿Desastre? Oye, no pasa nada, me he despistado, que un despiste lo puede tener cualquiera. A veces también me despisto al conducir, que se me olvida pisar el embrague al frenar y se me cala el coche y no me culpo ni me llamo desastre.
No soy un desastre. Mañana a ver si no me distraigo y continúo con mi rutina de lavarme los dientes justo después de cenar.
Bendita rutina. Poderosa rutina.
Aquí os dejo un artículo que habla del poder de la rutina: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29771567
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