No reconozco a mi hermana
No os asustéis con el título que no os voy a contar ningún drama ni ninguna historia triste, sino todo lo contrario.
Primero, daros la bienvenida al blog tras las vacaciones. Cortas, ¿no? ¿Disfrutadas? Bien. Ahora toca trabajar otra vez.
Hace un par de días estuve con una amiga. La última vez que hablé con ella, a primeros de Julio, estaba muy ilusionada porque iba a pasar las vacaciones con su hermana (por circunstancias solo se veían en algunas reuniones familiares).
Pero este año habían podido sincronizar fechas e iban a pasar las vacaciones tres familias juntas en una casa durante dos semanas.
Está estupenda, me dijo. Como tú sabes (ha sido paciente mía), ha estado mucho tiempo con su peso arriba y abajo, malcomiendo, atiborrándose a veces, pasando hambre después. Sí que es verdad que las últimas veces que le ví me pareció que estaba del estilo, pero ahora que he podido compartir tiempo con ella, es cuando realmente me he dado cuenta del cambio (y no me refiero sólo al físico).
Mi hermana, que aunque estuviera a régimen nunca se podía resistir a tomar un helado, solo se lo ha tomado los domingos (y eso que había de postre todos los días). No le he visto comer ni una patata frita si hemos salido algún día a tomar el aperitivo (ella, que si no nos sacaban el platillo de las patatas fritas lo reclamaba). Ni ha rebañado los platos ni una sola vez (antes sus platos casi no necesitaban ni ser fregados). En una panadería del pueblo hacían unas rosquillas buenísimas que llevábamos para desayunar y ella sólo comía una (una, cuando antes era capaz de tomar una tras otra y si te descuidabas ya no quedaban para ti). Ahora, lo que es en la mesa, ha comido como los demás, tanto si había vainas como si había paella o tortilla de patatas. Te podrás imaginar que siendo 13 en la casa, el menú era el mismo para todos. Aparte que ha venido todas las mañanas conmigo a andar (bueno, andarina siempre ha sido).
¿Sabes qué es lo que he notado yo de diferente respecto a otras veces? Que las conversaciones en la mesa no giraban en torno a las dietas ni si debería comer esto o no, ni si esto engorda o puedo comer esto sin problema. La he visto relajada, ¡y yo la conozco!
Y el último día, en un aparte, a solas, le comenté los cambios que había notado y me dijo: He dejado de creer en «el milagro». He entendido la importancia del cambio de hábitos. Que si no lo hago yo, nadie lo puede hacer por mí. Y ya está. Me encuentro fenomenal con este peso, tanto física como mentalmente.
Qué alegría, ¿verdad?
Así de sencillo y así de difícil. Bravo por ella.
Por cierto, que yo no lo he visto, pero sí que he leído sobre el programa de «Las Campos», y no podía dejar de pensar en tu blog.
Algo he visto. Es espectáculo.
Yo seguiré divulgando mis conocimientos e intentando fomentar un espíritu crítico, tanto en la consulta como en el blog.
Claro. Me refiero a que, como la protagonista del programa, mucha gente afirma no saber por qué no adelgaza y que «yo no como nada» pero eso casi nunca es verdad. Luego también hay muchos que echan mano de la genética, de la naturaleza, etc.
Es muy complejo. De ahí la importancia de no generalizar y conocer al paciente y su entorno.
Qué paz debe sentir!
Eso parece.