La Caloría
Supongo que os habrá extrañado que os hable de La Caloría si en la consulta os digo que os olvidéis de ellas. ¿Por qué? Porque este concepto de tantas calorías ingiero y tantas quemo es excesivamente simplista. Vamos a ver porqué. Pero primero, ¿sabemos qué es la Caloría?
Una caloría es una unidad de medida, mide la energía (un litro es una medida de capacidad, un metro es una medida de longitud). En concreto mide la cantidad de energía que se necesita para aumentar la temperatura de 1 gramo de agua 1 grado centígrado. En realidad cuando hablamos de calorías de comidas hacemos referencia a kilocalorías, sólo que lo abreviamos en Calorías (con C mayúscula). A veces también se da la medida equivalente en Kilojulios: 1 Kcal= 4´1868 kilojulios.
Así que las Calorías hacen referencia a la energía que se aporta mediante comida o bebida pero también la energía que se gasta con el movimiento de nuestro cuerpo o con otras funciones como el bombeo del corazón, la respiración, la digestión…
Mediante un aparato que se llama calorímetro se mide la energía que aportan las comidas. Pero, en el cuerpo la comida no se quema como en el calorímetro puesto que parte de ella es expulsada por heces y orina. Y a finales del siglo XIX, un químico estadounidense, Wilbur Olin Atwater, tras unas correcciones, calculó que aproximadamente:
1 gramo de hidrato de carbono – aporta 4 Calorías 1 gramo de proteína – 4 Calorías 1 gramo de grasa – 9 Calorías 1 gramo de alcohol – 7 Calorías 1 gramo de fibra – 2 Calorías
Y con estos datos se calcula el contenido calórico de los alimentos y se elaboran las tablas. Pero… aun y todo como no todos los organismos son iguales, no todos metabolizamos de igual manera los alimentos y no todos extraemos la misma cantidad de energía de ellos. Así que saber el número de calorías no nos indica cómo estas se van a metabolizar en el organismo: dependiendo de la cantidad de fibra presente, de la manera de cocinar, de la composición de la flora intestinal de cada individuo… unos extraen más energía que otros. También influye el tipo de alimentos ingeridos y no su contenido calórico en la información que llega a nuestro cerebro (al sistema de recompensa, al centro de saciedad…)
Cuando ingerimos por ejemplo, unas alubias, el organismo va a necesitar utilizar unas calorías para poder descomponer las alubias y así aprovechar los nutrientes mediante su digestión; también si están más o menos cocidas influye en el trabajo que tiene que hacer para digerirlas. Y según haya que digerir hidratos de carbono, proteínas o grasas, se gasta distinta cantidad de energía. Y el aprovechamiento de esas calorías tampoco es el mismo según haya contenido en fibra, aporte de vitaminas y minerales… Así que ya veis que saber las calorías que aporta una comida no nos dice mucho en realidad.
Además, las personas tenemos diferentes metabolismos: algunos tienen un metabolismo más eficiente y necesitan menos energía para mantener su organismo en funcionamiento: «Yo ingiero menos calorías que ese y yo engordo y ese no…»
Pero es que además, para el correcto funcionamiento del organismo, aparte de aportarle energía (calorías) también es necesario un aporte adecuado de diversas vitaminas y minerales. Es decir, no podemos equiparar todas las calorías: 1000 calorías de azúcar de mesa (que sólo aportan eso, azúcar) o 1000 calorías de filete con pimientos y champiñones (que aportan proteínas, grasas, hidratos de carbono y distintas vitaminas y minerales además de fibra). Que ingiramos 100 calorías que provengan de fruta o de unas galletas, por ejemplo, no son intercambiables, no son equivalentes, no es lo mismo.
En vez de fijarnos sólo en su contenido calórico, mejor nos fijamos en la composición de los alimentos que conforman nuestra dieta. ¿Os acordáis del artículo Matemáticas para adelgazar?(Lo podéis leer pinchando aquí)
¿Hay alguna manera de saber qué metabolismo tenemos y de acelerarlo?
No tiene ningún efecto práctico. No deberíamos fijarnos en las calorías sino en qué es lo que comemos.